Tuesday, April 15, 2008

Paseito por el Annapurna

En Blue Planet, Sabine nos ofreció una ducha de agua caliente y un taxi para ir a sacar el permiso de trekking por 2000 rupias. Ese mismo martes a mediodía salimos de Pokhara con Ramesh Adhikari, quien haría de guía. Ramesh era de un pueblecito a un par de decenas de kilómetros de Pokhara, tenía 28 años, una niña Pretty de 5 años, un niño, Nobel, de un año, y, según él, una preciosa mujer, Gita, de 23 años. Acabó el Instituto y bajó a Pokhara en busca de trabajo. Allí empezó a trabajar con Sabine y Ram, su marido. El sueño de Ramesh era emigrar por un mejor trabajo y que su hija fuera lista y entrara en el colegio un año antes.

Nada más empezar a caminar, un águila (o ave rapaz) nos dio la bienvenida sobrevolando nuestras cabezas. La primera parada una hora más tarde fue a comer Dahl Bat: arroz, judías, lentejas con algunas verduras.

Dice el refrán: el amar, el rascar y el caminar no quieren sino comenzar. Desde las 14:20 y a paso firme y sin parar ni un poquito, caminamos hasta Kyumi. El camino estaba vivo, con gente viviendo, niños recogiendo leña, niñas cuidando el crecimiento del trigo y que se moliese sin incidentes en el molino, mujeres dando de mamar, hombres cargando vigas de madera por los caminos, mujeres cocinando al fuego de leña en sus casas de piedra pequeña sin chimenea y ancianos ayudando según sus fuerzas.

El valle está adornado de terrazas donde cultivaban trigo en abril, arroz en el monzón y otras cosas que solo escuchamos en nepalí y no entendimos. Al saludo de Namasté o “sté”, las horas se sucedían por los caminos. Todo se agrupaba en los pensamientos que se diluían en la piedra tras piedra.

La cena en Kyumi fue otra vez Dahl Bat y la cama muy simple pero exquisitamente limpia, unas 550 rupias por dormir y cenar, 30 por un te negro. Después de cenar, tuvimos una conversación larga con Ramesh y las estrellas sobre si emigrar o no a otro país, intentando averiguar si valía la pena emigrar por trabajo y que los niños se volviesen expatriados natos sin estar claro el idioma hablado, o si no importaba porque tendrían qué comer. El Escorial y Pokhara se fundían en la conversación, el espacio y el tiempo.

El día siguiente era miércoles y empezaba el “paseo” en serio. En la zona abunda el Jak, una especie de oveja doméstica con patas cortas y gordas, cuernos retorcidos y mucha lana de Kashmir. Después de un poderoso desayuno a base de queso de Jak y pan de Chapati, salimos de 1300 m de altura, el objetivo próximo estaba a 2400 para dormir, un día para disfrutar.

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