Catedrales para practicar nuestra religión

Ayer por la mañana, mi compañero Horia Colibasanu y yo escalamos durante un montón de horas antes de tocar por fin la inmensa pared sur del Annapurna. Fue uno de los días más duros y tensos que puedo recordar, subiendo sin parar durante casi once horas, rodeados en todo momento por paredes difíciles de medir a simple vista y sabiendo que de nuestras decisiones hoy dependerán muchas cosas en un futuro cercano. Las dimensiones nos engañan sin parar. Diez días de nevadas constantes y una mala gripe, en mi caso, nos habían dejado atrapados sin mucha salida en nuestro campo base. El catarro no ha supuesto mayor problema y lo he curado como buenamente he podido, pero las nevadas han dejado el glaciar repleto, y el trabajo es agotador. Nos hemos sentido pioneros, decidiendo cómo y por donde pasar. Por la mañana el frío te paraliza y, sólo unas horas después, apenas podemos soportar los 50 grados de temperatura de este horno. Nos cocemos vivos, nosotros y nuestros sueños.En el campo base hay un memorial budista que honra la memoria de un alpinista ruso, y en una placa en la piedra pueden leerse algunos datos biográficos y la siguiente frase:
“Las montañas no son estadios donde satisfacer nuestra ambición deportiva, sino catedrales donde practicar nuestra religión”Intentar abrazar algo que ni siquiera existe, en el cielo.¿Por qué? Hay demasiada gente de puntillas. Y más aún de rodillas.

Labels: annapurna, Inaki Ochoa de Olza, Louis Lachanal, Maurice Herzog
0 Comments:
Post a Comment
<< Home