Tuesday, April 22, 2008

Isaan también existe

Este fin de semana nos hemos ido al noroeste, al río Mekong. La experiencia ha sido grata, pues es la zona más pobre del país y donde se mantienen más las tradiciones pre-industriales y los hábitos panteístas anteriores al cristianismo y al budismo. Los espíritus, la religión y la tecnología conviven como pueden.

Allí fuimos bienvenidos en perfecta hospitalidad por los habitantes del pueblo. Esto lo demuestran en un rito en el que atan las manos del que llega. Después de los rezos, ponen un huevo duro, una hoja de lechuga y un plátano en la mano que espera. La comunidad en pleno se arma de cordones de algodón blanco, y empiezan a atarlos en la muñeca derecha. Cada persona mueve el hilo por el brazo como ahuyentando a algún demonio y acaba atándolo a la muñeca, a la vez que mira a los ojos sinceramente y pronuncia un buen deseo. También, parece que cada hilo está asociado a uno de los espíritus guardianes, o khwan, que presiden cada órgano o parte vital
del cuerpo. Cada hilo simboliza a la vez la bienvenida y las ataduras que no demandan nada, una conexión que se mantiene mucho más tiempo de lo que dura el acto. La tradición parece que viene de la antigua Indochina. Según entendí, es la renovación de la vida, el volver a empezar limpio. A veces se practica en los casamientos o después de un simple accidente de tráfico. Elimina los malos espíritus del pasado y fortalece las buenas influencias.

Todavía todos los hilos están en mi mano y no parece que se vayan a caer, como frescas se mantienen las flores que atadas en un cordel circular nos regalaron en el pueblo.

En esta zona, hasta los templos en este lado tailandés del río son estilo laosiano con sus altos chedi, sus a veces cien kilos de oro de 24 quilates, y el sonido de sus gongs reverberando por las galerías. Desgraciadamente no pudimos acercarnos al sitio arqueológico de Ban Chiang, donde se asentó la comunidad Khmer hace 6000 años, y donde todas las teorías del hombre migrando de medio oriente a Asia se desvanecen. Tampoco vimos las cuevas antiguas de Phubrabat, con inscripciones de hace 2000 años. Lo que sí vimos es el jardín de Sala Keo Kou, como enlace del pasado antiguo y el moderno Isaan, un jardín con 200 figuras realizadas en cemento tan grandes como un edificio de seis pisos. Algunas reflejan la cercanía de la religión Hindu en Indochina y otras las creencias budistas posteriores. Por ejemplo, están las estatuas de Shiva y su mujer Parvati junto con Ganesh, su hijo con cabeza de elefante. La mayor de las figuras representa un
Buda meditando protegido por Cobras Reales.

Aunque la sociedad tailandesa no es tan jerárquica como la japonesa, el "wai" muestra lo respetuoso, educado y cortés que es el tailandés. La persona que lo hace junta las manos delante de la cara frente al mayor. No es solo un saludo, los niños lo hacen a sus adultos o, en general, en señal de servicio se hace a los pees, a los nays y a los jefes. Cuando un farang o extranjero lo hace a un niño, puede que éste le pierda el respeto. Nosotros solo nos atrevíamos hacía a los niños cuando se habían comportado de alguna forma buena y había que recompensarlos. Siempre las relaciones están llenas de cortesía y de sonrisas.

En el wai también importa cuán arriba se suben las manos y cuánto se agacha la cabeza. El normal es a nivel de barbilla y pecho, con un pequeño movimiento de la cabeza, pero a veces se sube las manos por encima de la cabeza y se dobla todo el torso desde la cintura, en el caso del Rey o de un momento importante en la vida familiar de hijo a padre. La actitud que denota es la de escucha, uno queda a disposición, en plena escucha a la otro, en agradecimiento.

Quizás está relacionado con esta costumbre y esta jerarquía el hecho de que el tailandés necesita no "perder la cara" y haría cualquier cosa para evitarlo.

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