Leimos "El lector", Der Vorleser, el que lee en voz alta, en el 2006 con el hombro izquierdo roto. Del mismo autor, Bernard Schlink, habiamos justo terminado de leer Amores en fuga, una colleccion de siete relatos cortos que nos habia dejado tilt, igual que las maquinas antiguas que uno golpeaba amablemente y ayudaba a la bola a recuperar la trayectoria deseada hacia el contacto que sumaba puntos. Las maquinas de pinball permitian algo de golpe pero no demasiada vibracion, una vez pasado el umbral se iluminaba el cartel de game over. Los siete eran, en resumen, muy intensos y muy verosimiles.
El lector es un paso adelante, inusualmente intenso y verosimil. Es la historia de una relacion. Ella, Hanna, mucho mayor que el, sin saber leer, analfabeta, descubre el placer de escuchar literatura leida en alto. El, Michael, mas joven, se convierte en su lector, pero nunca se toma los fuertes sentimientos con ella en serio. En el centro de la pelicula el le manda cientos de casettes con piezas de la literatura, y ella aprende a leer y escribir. Al final de la pelicula, el una vez mas niega la relacion y... mejor no estropear el final para quien vaya a leer o ver en el cine esta pieza de arte.
Otra dimension de la trama es la relacion de el con su hija, marcada por el bloqueo emocional del padre por no haberse enfrentado a la relacion inevitable con Hanna, ella, y la falsa culpabilidad de la hija. El final tampoco tiene desperdicio.
Ahora hemos visto la pelicula. Si bien, nos ha parecido muy libre frente al libro, se trata de otra obra de arte tan intensa y tan verosimil como el original en el que esta basada. Por cierto, Hanna es la insondable Kate Winslet.
Tal vez con esta claustrofobia en mente, Sir Peter Paul Rubens pinto el oleo Daniel en la cueva de los leones, en 1615.
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