Wednesday, August 06, 2008

La segunda version del comienzo de la aventura


Así lo escribimos en Agosto de 2001:

En Bei-rut la vida es un poco diferente. Por ejemplo, el primer día de mi estancia en esta ciudad, la Nueva York de Oriente Medio, como muchos la llaman por la mezcla de cosmopolita y culturalmente innovadora (en el torno de un país ára-be, por supuesto), me tuve que comprar un despertador, un despertador (!) porque se ol-vi-da-ron de despertarme y llegué un "poco" tarde a trabajar. Al día siguiente me desperté a la hora, y también llegué tarde, pero por el service, que me ha dado una vuelta por todos los suburbios de Be-irut antes de dejarme en Riad el sohl. Por cierto, que me dejó en la acera contraria y llegué a pensar que tendría que quedarme el día entero sin poder cruzar mirando los coches pasar como de carreras y escuchando los chirridos de las ruedas derrapar sobre el asfalto pulido que tienen aquí. Al final sólo fue un rato, hasta que me desperté y me lancé a la selva hasta llegar sano y salvo al otro lado.

En general, en esta ciudad se vive un ambiente muy agradable. Debe ser por el clima, la humedad, o por la cultura. Es como si el tiempo pasase a otra velocidad. Como si te enredase el tiempo en una suerte de cadencia leve, como una brisa suave que te apacigua.

Los días van pasando. Un día trabajé hasta las seis, y decidí ir a la playa, así que fui a nadar un rato al Military Beach, que está en el Corniche. Normalmente, estas playas son de uso restringido para socios y cuestan una cantidad importante. Pues yo todo hinchado le dije habibi al de la puerta y me colé sin pagar. Yo vi que los que entraban enseñaban un carnet, y yo enseñé la tarjeta de identificación de ES-CWA (UN) y ... “pa dentro”. Tienen una piscina enorme, de 50 metros saliendo al mar con agua salada. Hasta las 7, hora que cierran, estaba bastante llena de gente, pero a las 7 un trabajador empezó a pitar, y todos salieron de la piscina y desaparecieron. Yo pensé: “Mientras no me echen yo sigo nadando”, y efectivamente, estuve una hora más haciendo 50 largos con la piscina para mí solo, viendo la ciudad por un lado y por el oeste la puesta de sol. Estuvo bellísimo. Ya relajado y bien duchado, habíamos quedado los de ES-CWA para conocernos y tomar algo en Monot, y allí me tomé un par de cervezas y me fumé un cigarro con ellos.

Hoy acabo de descubrir lo que es el zaatar (lease tsaaaaatar), una pasta rara que ponen en las pizzas. Es orégano con aceite de oliva que dejan macerar y al que añaden una especia. Al principio cansa un poco, pero después de alguna veces acaba gustándome.

Lo probé ayer en una fiesta de bienvenida que me dieron mis compañeros de división. Estuvo bastante divertido conocer a algunas de las personas. Aunque la fiesta era para mi bienvenida, Hassan aprovechó para comunicar su “engagement”, así que todos acabamos celebrándole a él más que a mí. Mejor para mí, menos vergüenza que pasé.

En la fiesta había unas especie de zumos de frutas que beber y una tarta con un cartel de bienvenida que sabía horrible. Era helado de vainilla con syrup de fresa, una especie de mezcla demasiado dulce. Aún así lo importante era el detalle, y éste lo agradecí sobremanera.

Hay un jefe de división que escucha música clásica y que es enorme entusiasta de todo lo que hace, es un hombre alegre y bromista, aunque educado y muy diplomático. Con él he tomado ya un par de cafés, aprovechando que además habla algo de español.

Una de mis entrevistas ha sido con el decano de la Universidad Americana Libanesa; él es amigo personal de mi supervisor, Dr. Hassan Charif. En un campus precioso con árboles y edificios de hace 75 años, al lado del corazón de Bei-rut, Ham-ra, hemos entrado en su despacho, pequeño, viejo y lleno lleno de libros y de papeles hasta las ventanas. Yo con la corbata, y mientras, él con una camisa vieja y unas playeras baratas de rastro negras con elementos fosforitos. Un personaje singular. Hemos quedado en arrancar alguna linea de investigación conjunta, además de buscar cooperación entre ambas instituciones. Claro que después me he metido en la cantina a tomar un té con un grupo de estudiantes que hacían su pausa entre clases.

Mi primera experiencia de regateo ha sido ayer comprándome un teléfono. Después de discutir durante dos horas con unas cuantas tiendas, al final me he comprado, de segunda mano, a un precio de móvil extra nuevo y moderno una antigualla de hace varios años que no me cabe en el bolsillo del gran volumen que tiene. Un gran éxito para ser la primera vez.

Andar por la montaña parece en Li-ba-no una actividad bastante interesante. De momento sólo he conocido el noroeste del pais, una zona fronteriza con Siria. Cualquier opinión de cualquier tipo en Lí-ba-no tiene un enorme sesgo político y religioso, así que no hay que fiarse de nada que uno escucha. Lo que me contaron es que esta zona ha sido ocupada durante los últimos años por el ejército sirio, y que sólo ahora puede visitarse libremente. El clima es bastante seco y la vegetación recuerda bastante a las zonas desérticas del Atlas oriental en África. Pero hay fuentes naturales de agua purísima y los habitantes cultivan frutas como melocotones, cerezas y albaricoques. E incluso garbanzos (humus), que por cierto, se comen cuando están verdes, uno los saca de su vaina, y se los come, así de sencillo. Durante todo el día estuvimos comiendo fruta "by the face".

Fui con un grupo de alemanes y un guía li-banés. Con el grupo de alemanes lo pasamos muy bien, todo el día, claro, hablando alemán y contándonos cosas. El guía es una de las personas que mejor conocen el territorio li-banés, dicho por personas indirectamente. Por un accidente, tiene los dos brazos inutilizados. Aparte de “meter la pata” un par de veces sonadamente, luego fue muy bonito hablar con él. Por ejemplo, yo, con todo mi arte diplomático, le dije que practico mucho Mountain Bike, y le pregunté si a él también le parecía una buena experiencia. Después de un par de horas, me pidió que le diese de beber, de comer, e incluso de rascar un ojo. Con un bocadillo en cada mano, me las apañé para que ninguno de los dos se muriera de hambre y de sed. Llegamos en un minibus hasta una pequeña ciudad, y ahí se acabaron las carreteras y tuvimos que coger un pickup, o sea, un camionarro de hace unas décadas con una caja de transporte soldada a mano a base de retales. Por esos caminos, no muy bien allanados, el cacharro botaba y se movía que parecía una atracción del parque de la Casa de Campo, además porque el único control de velocidad era el fondo del acelerador. No íbamos más rápido porque el motor no lo permitía.

El paisaje era una especie de farallones, al estilo del desierto de los Monegros, y una especie de hoces en las que plantan garbanzos y fruta. Vimos un águila o algo parecido, blanca y negra, y muchos lagartos. En los farallones hay multitud de cuevas, en las que los de allí aseguran que hay hienas y lobos, pero yo creo que hubo uno y una en una lejana ocasión. Esta gente describe las hienas como el las 1001 noches, como un caballo de grandes, fieras, ... creo que se pasan un poco.

Li-bano, y Bei-rut en concreto, es un país de contrastes, pobreza y riqueza, cada calle es distinta, cada persona sorprendente. Es un país con mentalidad comercial, lo cual une a 17 religiones en Bei-rut y multitud de etnias y culturas. Francés sigue hablando la sociedad rancia cristiana. En general el bei-rutí se ha criado en ára-be, en francés y en inglés. Casi todo el mundo habla (mal) inglés, y muchos, curiosamente aprenden español, por las posibilidades de trabajo en latinoamerica, donde muchos emigran. En general, hay un 40% cristiano y un 40% shii-ta (mas otro 10% su-nni), a groso modo.

Yo sigo viajando todo lo que puedo, conociendo gente, viviendo la ciudad. El verano en Bei-rut es para la música. En Bei-tedine, cerca Bei-rut, hay unos conciertos en un escenario gigante que montan en un palacio ára-be-barroco. Iluminan con colores la piedra amarillenta y los arcos, y encienden la iluminación tradicional, es decir candelabros por todos los lados. Es al aire libre, así que por un lado se ve la silueta de las montañas y por otro lado el mar, si es que te da tiempo, porque hay que bailar y bailar como loco.

Verdaderamente a los li-baneses les gusta pasárselo bien. Yo estoy convencido de que si hubiese vivido una guerra sería todavía más superficial que ellos en esos momentos. Ayer estuve en uno de los conciertos, en el que cantaba Miriam Makeba y como telonera la cantante cubana Albita. En la primera parte bailamos salsa hasta la deshidratación, que por cierto, esta muy de moda por aquí. La segunda parte me pareció una oda al continente africano. Algunas canciones lentas eran para poner los pelos de punta, la cancion de Malaika fue para derretirse, la “click song” fue un canto a la libertad. Durante todo el concierto, por la pantalla estaban pasando anuncios varios de Naciones Unidas, con quien Miriam Makeba coopera. Esto fue para mí también algo especial.

Entre lo más emocionante del día está coger varios Service para moverme por la ciudad, una especie de taxi compartidos. Me paro en medio de la calle, espero a que suene un Mercedes de los años 50, y eso es un Service. Seguimos el protocolo, él me pita, yo le miro, él se para. Esto, aunque no te lo creas es un problema porque cuando paseo simplemente por la acera, o no por la acera, y alguien me pita, tengo la maldita costumbre de mirar, los taxistas creen que les paro, y he de disculparme.

Yo le miro al taxista a los ojos, y como si no me interesase en absoluto, trato de pronunciar lo más claro posible Riad el-sohl, o Ham-ra-Bliss. Si a la tercera no lo ha entendido se va, y si lo ha entendido y no le apetece ir allí, pues también se va. Pero si le caigo bien, me hace una seña y yo me monto en el asiento del copiloto, claro siempre que sea capaz de abrir la puerta, que después de 50 años de uso sin mantenimiento, las puertas no siempre se abren como lo hacen en el concesionario cuando el coche es nuevo.

Durante el camino, el Service va pitando, parando y recogiendo a todo el que es compatible con el trayecto. Es una magnífica oportunidad para hacer amigos, comentar cosas e incluso conocer la ciudad, porque la linea recta no suele ser el camino más corto. La verdad es que la mayoría de las veces voy yo sólo y lo echo de menos.

Una vez que entro en el Service, empieza la emoción, una especie de “pique” que tengo conmigo mismo. El comienzo es muy fácil, si el taxista tiene cara de árabe, yo digo as-salâmu ‘aláikum, y él me contesta wa ‘aláikumu s-salâm. Mejor lo digo rápido, para que no se me adelante con cualquier otra cosa. El reto consiste en contar el número de frases que soy capaz de conversar antes de que el taxista se de cuenta de que soy un inculto analfabeto que no sabe ára-be.

Si veo que la cara del taxista no es muy ára be, mejor no correr riesgos, nos decimos márhaba. Ya va una frase para el contador, pero comienza el problema, porque diga lo que diga él, no suelo entenderlo, y tengo que poner a trabajar la intuición. Puedo contestar bijáir, que significa que bien, puedo contestar ana espaniol (o ana min espanniol), que significa que yo soy español (lo cuál por cierto es muy bien recibido), puedo contestar na’am, que significa sí, o la, que significa no. Hay otras contestaciones comodín un poco más peligrosas, como in sha’alla, que significa ojalá, o i’alla, que significa vamos, venga! La expresion que nunca puede faltar es min fadlak, por favor.

Todavía no he conseguido decir Ana min ustâdz, que significa Yo soy profesor, sin que sepan que no hablo nada. Llegar a la tercera o la cuarta frase es todo un record digno de mi diario personal. El resto del camino hablamos en mi cutre francés o en su cutre inglés. Y cuando llego al lugar, casi siempre he aprendido alguna palabra nueva.

Tambien sigo investigando este país y viviendo la situación de sus gentes. Ayer estuve con un director de cine li-banés que me contó muchas historias y anécdotas políticas y sociales.

El principal problema del Libano son los refugiados pa-lestinos. Mejor dicho, el principal problema de los pa-les-ti-nos es que fueron echados de sus tierras, asi por la cara, aunque para nosotros sea tan complicado entenderlo, y de esto hace ya 53 annos. Sus hijos, y los hijos de sus hijos siguen viviendo en forma infrahumana como refugiados en otros países del mundo. Alrededor de un millón y medio de ellos están “refugiados”, o sea, escondidos, perseguidos, como bandoleros o saqueadores, en Li-bano. Para entender esta situación, hay que decir que Líbano tiene 3 millones de habitantes en el país y alrededor de 12 millones fuera de sus fronteras esparcidos por todos los rincones del planeta, la mayoría en Canada y Africa. Además de esos tres millones, un millón y medio de palestinos refugiados comparten la tierra. El Lí-bano pone impedimentos muy serios para obtener la nacionalidad libanesa, incluso para americanos y europeos que se casan con li-banesas o li-baneses. Tienen un tremendo miedo a perder el control de un población que supone el 50% de la propia.

Estos refugiados viven en zonas pobres, hacinados como animales y sin las minimas medidas de higiene ni los derechos básicos. No disponen de agua ni practicamente de electricidad. No tienen posibilidad de recoleccion de las basuras. No tienen papeles para moverse por el pais, ni permiso de trabajo alguno, ni capacidad para comprar una casa, ni para sacar su carnet de conducir, ni para tener un vehículo. Esta es ya la tercera generacion que vive así. Los niños van a la escuela pero dudan de su objetivo, pues no ven ninguna posibilidad de tener un futuro digno.

Si pienso en Madrid, en mi familia, en mis amigos y en mi trabajo, soy ab absolutamente incapaz de ponerme el los zapatos de alguien que viva en esas condiciones. Solamente subsisten por la ayuda de Naciones Unidas para alimentos y hospitales, y esta ayuda, debido a la crisis financiera y la incapacidad de recoger fondos de los paises civilizados que sufre Na-ciones Unidas, cada vez es menor de forma dramática. Parece mentira que el presupuesto global de Na-ciones Unidas sea de menos del 1 % del presupuesto militar de los países, y sea tan difícil de recibir. ES-CWA tiene por objeto el desarrollo económico y social de los países de Medio Oriente, pero el presupuesto es la décima parte del presupuesto anual del Instituto de Empresa en Madrid.

“Ahlam al-Manfa” es una película de Mai Masri, un director de cine libanés, sobre la situación de los niños pa-lestinos. Trata sobre la relación de dos niñas de 14 años, una en Deshida, un campo en la ciudad de Bei-rut, cerca del aeropuerto, y otra en P-alestina, en una zona militarizada por Israel. Con la liberación del sur del Lí-bano, que era territorio ocupado por Is-rael desde hace décadas, Na-ciones Unidas pone unos autobuses para llevar a los refugiados al sur, a la frontera con Pa-lestina. La frontera es un muro con pinchos y alambre de espino y vigilada por torres del ejército israelí. De la forma más imposible, a través de los alambres y los pinchos, los palestinos de un lado y de otro, consiguen hablarse, darse besos y enseñarse fotos preguntando por familiares que no vieron más desde 1948. Hay lagrimas, sonrisas, carcajadas y dolor en el corazón. Nietos de los mismos abuelos aprovechan para conocerse y para besarse por primera vez. Los pa-lestinos cuentan que los israelíes colocan minas antipersonas en sus zonas de cultivo; los refugiados cuentan que sueñan con ser pájaros para poder ir libremente donde el viento les permita. Comparten trozos de pan y se intercambian pañuelos. Algo así como el chorizo y la bota de vino en Alemania de los españoles de hace varias décadas.

Así se conocen las dos niñas que protagonizan la película. Los recién conocidos de ambos lados empiezan a escribirse emotivas cartas, se mandan regalos y se intercambian emails los mas afortunados. Pero la injusticia de la sepación absurda, destapa parte de las frustraciones adormecidas, y los refugiados, presa de desesperación, construyen tirachinas con trozos de goma viejos, y se acercan a la frontera is-raelí a tirar piedras contra los militares que guardan la frontera. La reacción is-raelí es disparar con ametralladoras y utilizar los tanques para sofocar la revuelta ansiosa. Los niños pa-lestinos mueren por las balas is-raelís, un médico alemán se acerca a sanar una hemorragia de un niño y es asesinado.

La situación vuelve a la impotencia acostumbrada y los niños siguen siendo felices y comiendo perdices cada vez que una o dos veces al año llega el correo al campo de refugiados. Entonces, cantan y bailan, cuentan las cartas que ya han recibido en su vida. Una de las niñas protagonista, cambia de idea, antes quería ser una mariposa bella y libre, pero ahora tiene miedo de que alguien la atrape para siempre entre las hojas de un libro. Quiere ser pájaro para salir de la jaula donde vive su pueblo.

El fin de semana me voy a ir al sur, a conocer gente y a sacar algunas fotografias.

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